Espacio para informar, discutir y compartir en torno a un balón. Porque noventa minutos no bastan.

domingo, 7 de octubre de 2007

La orejona y yo: el primer encuentro


Corría el año 1999, en el mes de Mayo. Yo tendría 11 años y era hora de hacer tarea pero nada importaba ese día. Del poco tiempo que tenía mirando fútbol internacional, ésta iba a ser la primera final de la Liga de Campeones que iba a presenciar en vivo: Manchester United contra el Bayern Munich. Sin embargo, hasta poco antes de que empiece ese partido, no tenía idea que no sería una simple final, sino que cambiaría mi forma de ver el fútbol totalmente.

Un año atrás, empecé a ver fútbol europeo, precisamente el italiano. La Serie A me llamaba la atención pues pensaba que la participación azurra en el Mundial de Francia ’98 había sido infravalorada por la mayoría y no creía que su fútbol local era tan sólo para cuartos de final; además estaban las estrellas del mundo del momento, Ronaldo y Zidane, algo que resultó para mí un gancho determinante.

Pero el ambiente ahora era otro. Un equipo inglés se enfrentaba a un equipo alemán en campo español en pos de un trofeo conocido como ‘la orejona’. Era algo totalmente nuevo para mí y quería vivirlo de la mejor forma. Entonces cerré los libros, arrime la mochila, terminé mi plato de comida y empezaban noventa minutos del deporte más hermoso del mundo (Luis Omar Tapia dixit).

Minutos antes mi ma me dijo: ‘Luis, ¿y tu tarea?’ ‘Un par de horas por favor ma – le repliqué- es un momento único en la historia.’ ‘¿Un partido de fútbol?-contestó- ¿Un miércoles, no que eran los domingos?’ ‘Es Europa, solo dame dos horas.’ ‘Bueno hijo, solo dos horas, tienes que hacer tarea.’ Si pues, mi madre me tenía un poco controlado en ese entonces, pero ya había conseguido lo que quería. Ya podía ver tranquilo el partido. El Estadio de aquella final, el Camp Nou catalán, estaba lleno ese día y no podía comprender como es que estaba tan lleno de fanáticos teutones y británicos, claro que no comprendía de cuán unida era Europa tanto cultural como económicamente; en verdad, eso lo aprendí de bastante viejo, me avergüenza decirlo pero eso ahora no es el punto. El partido empezó y ambas hinchadas gritaban ensordecedoras, los comentarios se escuchaban apenas y mi emoción no daba más.

El partido se veía vistoso, elegante, con mucha fuerza pues se notaba que nadie quería perder. Hubo una falta a los 5 minutos del primer tiempo para los alemanes, Basler dispara al segundo palo engañando a toda la barrera y al arquero. Golazo. Me emocioné aún más, ‘Si hubo un gol a los 6 minutos, como será todo el partido..’ pensaba. Seguí viendo pero, con el correr de los minutos, ya no era lo mismo. Creo que, a partir del gol, esperaba mucho del partido. Así acabó el primer tiempo y abrí un cuaderno para avanzar aunque sea algo.

Cuando me acordé de prender el televisor otra vez ya iban 5 minutos del segundo tiempo y seguía ganando el Bayern 1-0. Pero ahora se jugaba distinto, me encontraba, literalmente, moviendo la cabeza de un lado a otro de la cancha; era el primer partido tan de ida y vuelta que había visto en mi vida. Solo se había anotado un gol pero de pronto se sentía como si el partido tuviera muchos más, era la unión de todo: de un Manchester que quería renacer, de un Bayern con una defensa férrea que mantenía el resultado, de un estadio colosal con casi 100,000 personas y de un bello balón lleno de estrellitas.

Minuto 80. Seguía 1-0. Se acababa el partido pero me sentía bien por que sentía que había visto el mejor partido de mi vida, no me quejaba. Me di cuenta, también, del nivel que poseían los clubes europeos, no solo de Italia, y de lo distinto que era del fútbol sudamericano. Y creo que esa fue, si bien algo primitiva, la primera reflexión futbolística de mi vida. Estaba pensando todavía en eso cuando el reloj daba el minuto 88. Iban a pasar 4 meses hasta la próxima Liga de Campeones y esos 2 minutos restantes había q aprovecharlos.

Minuto 90. El cuarto árbitro marca 3 minutos adicionales mientras el alemán Stefan Effenberg botaba la pelota afuera del campo en un saque de esquina para el Manchester United. Última oportunidad para los ingleses a la que acude hasta el arquero a colaborar en área muniquesa y casi casi llega a conectar el balón pero le ganaron en el salto. Afortunadamente, ese mismo balón llega a los pies de Giggs, jugador del Manchester, que dispara el peor tiro de la historia de la humanidad. Afortunadamente, ese mismo balón llega, dentro del área, a los pies de Sheringham que le pega mal, sin mucho tiempo para pensar. Y, afortunadamente para el United, esa pelota entró. Gol. Ni los mismos fanáticos ingleses se lo creían, yo menos. Me puse nervioso porque le había dicho a mi ma que serían 2 horas y, con el gol, se forzaba el tiempo extra.

Y parece que me escucharon. Minuto y medio después Manchester anotaba el 2do gol, el que lograría que se lleven la orejona, y Europa se metía con fuerza en mi corazón de balón. Desde esa, ha habido varias finales, algunas que me perdí y no me perdoné y otras que si vi y fui feliz pero nunca olvidaré esa final, aquella final que hizo que a mi corazón de balón le salieran estrellitas.


Gracias por leer.


P.D. El de abajo es un video con la narración exacta de los últimos minutos de aquel partido. No se lo pierdan, en verdad es bueno.