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viernes, 10 de agosto de 2007

El Monstruo de las 100000 cabezas[1]: un análisis del hincha del fútbol.

Somos tan sólo una pequeña cabeza entre esas cien mil pero nos encanta serlo. La identificación de un hincha con el club de sus amores es análoga a una relación de nacionalidad debido a la adopción de ciertos ritos (ir al estadio los domingos es como cantar el himno el lunes), respetar ciertos colores, odiar a ciertos rivales, etc. Llega, incluso, a ser más fuerte que ella: alguna vez oí decir a, no recuerdo exactamente, un periodista o jugador argentino: “A la selección la veo como una tía querida pero Rosario Central… Rosario es como mi vieja.”

Pero quizá nos estamos saliendo un poco del tema. ¿Qué es lo que hace a un hincha? Encontramos cuatro factores poderosos: la tierra, la familia, la historia y, quizá de una forma más sutil, el contexto. Todo eso influye en la construcción de un cariño a una institución, a tener el afiche de tu equipo rasgado en tu pared, tu camiseta en un cajón desempolvada cada domingo, lágrimas en tus ojos y canciones y goles en tu memoria.

Por ser un ámbito más manejable empezaré con la familia, tema que tiene bastante que ver con el de la historia. El hinchaje, tanto como la nacionalidad, es algo que se hereda, se nace con ella, algo así como siempre respetar la madre patria. Si tu papá es de la U, seguramente tú serás de la U. ¿Por qué? Quizá no lo sabes, pero ya te acostumbraste y te gusta. Bueno, yo no reprocho eso, total ese bien podría ser mi caso pues soy del mismo equipo que mi padre, aunque haya habido previa simpatía mía por la camiseta del eterno rival que luego cambió al conocer parte importante de historia del equipo que ahora amo. Yo puedo decir que tengo simpatía por dicho club por voluntad propia, sin embargo no puedo negar que hubo cierta influencia de mi viejo. En la mayoría de los casos seguir la tradición familiar ha sido la forma más legítima de adhesión a un equipo y me gustaría ilustrarlo con ejemplos locales, Alianza Lima y Universitario de Deportes. Al no conocer mucho sobre este último club y tratando de no ser imparcial le pedí a un amigo hincha de ese equipo un testimonio para hacer una comparación. Muchas gracias Fernando.

Tanto Alianza Lima como la “U” tienen sus propias características y factores únicos que son regularmente ensalzados en la búsqueda de un mayor número de seguidores, proceso en el que la familia juega un papel importante enseñándote, desde que eres pequeño, que los blanquiazules son “el equipo del pueblo” [2] o que los cremas son “los que tienen más garra” [3]. Y bueno, luego ves en televisión el empate que logró conseguir la U de visitante en el último minuto o el arraigo popular que surgió tras la caída del Fokker aliancista con lo que comparas lo que te han dicho con la realidad o la historia obteniendo como resultado una identificación más plena con el club de tu familia. Además, si no hablas mucho con tu padre o tíos, siempre podrás preguntarles que les pareció el partido del domingo.

Aunque pueda sonar descabellado, hay un tipo de hinchaje que puede estar escrito desde que uno nace, en su partida de nacimiento. Tu pueblo pequeño, tu ciudad lejana, tiene su ejército de once hombres con el que piensa hacer frente al poderoso equipo de la gran metrópoli: Consiste en una revancha social y demográfica que nunca va a querer desaprovechada por ninguno de los dos. Lamentablemente, es el tipo de seguidores que menos se ve en el Perú pues gran parte del país se lo dividen los clásicos compadres y, aunque excepciones existen (Cienciano y Melgar son los equipos más populares de, respectivamente, Cusco y Arequipa, que son dos de las regiones más importantes del Perú), no son suficientes por lo que, para ejemplificar, partiremos de un país altamente fragmentado regionalmente: España, país con siete comunidades autónomas cada una con una historia propia, idioma propio y con una no tan agradable historia común entre ellas.

La dictadura de Francisco Franco tenía entre sus pilares la unidad nacional española la cual defiende la unidad territorial del Reino de España (concentrado en Madrid, Castilla), ideología que gozaba del rechazo de las otras comunidades autónomas[4]. Por lo tanto, La Liga de Fútbol Profesional (LFP), que alinea 20 equipos pertenecientes a estas comunidades, se convirtió en un campo de batalla competitivo y reivindicatorio sobre todo para dos equipos representantes de las más grandes regiones del país: el Real Madrid (de Castilla) y el Fútbol Club Barcelona (de Cataluña), respectivamente los ‘conservadores’ y los ‘rebeldes’ que siempre existen en este tipo de contextos. Bien es conocido que, durante su dictadura, Francisco Franco prohibió, entre otras cosas, la lengua catalana así como ciertos hábitos relativos a la región y es en este escenario en que el Barça se convierte en un embajador de la comunidad catalana no sólo ante España, sino ante Europa y el mundo entero; tanto así que el Camp Nou, legendario estadio de la Ciudad Condal, era el único gran foro público donde se habló sin reservas el idioma local. No es casualidad, entonces, que sea en esta época que se le atribuyera al Barcelona el lema: “Més que un club” (Más que un club)[5]. Por otra parte, era dicha época común que en las tribunas del Santiago Bernabeu de Madrid se oyeran cantos alusivos al Franquismo y, aún en la actualidad, los Ultras madridistas constantemente alegan que la hispanidad profunda juega para el Real Madrid[6] mientras celebran su mayor cantidad de campeonatos ganados. Vemos, pues, dos tipos distintos de ideologías que se oponen y eso mismo es lo que hace un Derbi sea tan jugado en serio.

Sin salirnos del tema de la territorialidad, otro tipo de sentimiento es el que enfrenta a dos equipos de una misma región. Cuando se dan dichos cotejos, no importa el resto del país, no importa la selección, no importa nada; lo único que importa es la ansiedad por el partido y demostrar quien es mejor en dicha zona. Y, otra vez lastimosamente, este tipo de disputas solamente se ven al mínimo en el Perú (aceptemos que poco podemos esperar de una liga con tan sólo 12 equipos centralizados) pero ejemplos abundan: sólo en Argentina tenemos a Racing e Independiente en Avellaneda, Gimnasia y Estudiantes en Río de la Plata, a Newell’s y Central en Rosario; en Ecuador a Barcelona y Emelec en Guayaquil; en Brasil a Flamenco y a Vasco en Río de Janeiro; y así hasta el infinito del atlas de geografía mundial como si fueran diminutas guerras civiles.

El último, pero no por eso menos importante, factor de adhesión a un equipo de fútbol es el contexto en el cual se encuentran tanto el equipo como el potencial seguidor. Hinchas de este tipo suelen existir bastante dentro del Perú: espontáneos fanáticos del Sporting Cristal tras su tri-campeonato de los años 90, o un alza del 500% en la venta de camisetas de Cienciano del Cusco tras el logro de la Copa Sudamericana en el año 2003, o hinchas que dejan de asistir al Monumental o Matute solo por dejar escapar dos empates de local; como todos esos casos hay muchos más. Podrían ser llamados hinchas por conveniencia pero no hay duda alguna que también tienen ese bicho de simpatía por el equipo en cuestión. No soy un sociólogo ni mucho menos pero una causa que se le puede encontrar a eso es el hambre de triunfos que hacen del fanático peruano del fútbol un desnutrido, hambre que nos obliga a poner el estómago por encima del corazón.

Hace tiempo que el mundo empezó a rotar alrededor de un balón de fútbol y a nosotros, como simples y débiles humanos, tan sólo nos queda arrimarnos a la sombra del mejor árbol. Una vez que escogemos ese árbol no será imposible despegarnos de él: nos parecerá el mejor, tendrá nuestros colores, nos hará reír así como nos hará perder dinero y nos hará llorar pero seguiremos ahí porque, a fin de cuentas, es nuestro árbol.

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[1] Jorge Valdano: “El miedo escénico y otras hierbas”
[2] Martín Benavides: “Una pelota de trapo, un corazón blanquiazul”
[3] Testimonio de Fernando Zambrano, fanático de Universitario de Deportes.
[4] El Franquismo: http://es.wikipedia.org/wiki/Franquismo
[5] Juan Villoro. Artículo para Etiqueta Negra N°36
[6] Juan Villoro. Artículo para Etiqueta Negra N° 32